La mirada



«El clásico sintetiza, estiliza o, si se quiere, inventa belleza, no solo cuando esculpe o cuando pinta, sino también cuando utiliza los ojos, cuando contempla la naturaleza… » (Arístides Maillol)
Hemos visto como la luz condiciona la manera de modelar, y la manera de modelar está en estrecha relación con la manera de mirar. Como dice Maillol la verdadera enseñanza del arte clásico consiste en, no solo tener una especial sensibilidad en el trabajo con la materia, sino, sobretodo, en ser capaz de mirar de una manera diferente, desde nuestro sentir interior.
Mirar y modelar son un mismo ejercicio de la mente que lucha por comprender el bombardeo de sensaciones que percibimos. El arte, desde este punto de vista, es un aprendizaje de la mirada, una manera de cultivar nuestra sensibilidad por medio del contacto con la materia.
El escultor modela como mira, y mira como modela. Cuanto más exigente es con su obra más profunda se vuelve su mirada. Es la necesidad de ir un poco más allá de la imitación formal de la realidad, la que conlleva una re-visión, más intensa, desde nuestra intuición. Intuición que se afinara tal y como desarrollemos nuestro trabajo, creando un ciclo continuo de acción-reacción, en el que no podemos saber que fue primero si el VER o el HACER.
El arte es pensar con las manos, observar con la acción creativa.    
La tradición figurativa mediterránea, como venimos apuntando, trabaja desde y hacia la luz. Es un posicionamiento frente a la realidad, intentando entender desde la empatia, transcendiendo el razonamiento lógico.
Vista, tacto, oído, olfato, gusto, todos los sentidos están supeditados a esta concepción del arte. Y todos recogen información importante, pero que es necesario interpretar, y de como lo hagamos dependerá nuestra manera de entender el mundo.

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